Los contables temen una invasión robótica: Digitalización financiera I

¿Podría la tinta verde que fluye por las venas humanas superar una invasión de robots?  En un escenario en blanco y negro, no. Pero nuestro mundo es gris y exige criterio. Eso, y el hecho vergonzoso de que, al fin y al cabo, los contables sólo son humanos, garantizarán la supervivencia de la profesión.

 

Me enorgullezco de mis cualidades más robóticas: mi atención al detalle, mi disposición a trabajar toda la noche para cumplir un plazo y, sobre todo, mis conocimientos de Excel. Al fin y al cabo, estas son algunas de las virtudes que me valieron el derecho a poner C.A. detrás de mi nombre.

 

¿Por qué entonces los contables, yo incluido, tememos la transformación digital? Porque no hay tinta verde ni ética laboral que pueda competir con un robot bien entrenado. Y después de siglos de proclamar nuestras capacidades analíticas sobrehumanas, a los contables nos da auténtico miedo enfrentarnos a máquinas que actúan con precisión, de forma absoluta y sin fallos.

Permítanme romper la confianza profesional: los contables disfrutamos secretamente siendo el blanco de chistes que estereotipan nuestra supuesta dedicación desalmada al proceso por encima de la personalidad. Nos encanta porque esos chistes confirman que estamos a la altura del ideal que nos hemos creado. Describen nuestro mundo perfecto, donde las normas se aplican objetivamente y sin emoción. De hecho, nos hemos preparado para ser sustituidos por robots porque son, bueno, incluso mejores siendo máquinas.

 

No es de extrañar, por tanto, que haya pasado noches en vela por un estudio según el cual los contables y auditores corren el segundo mayor riesgo de ser sustituidos por robots. (Mi corazón se desangra por vosotros, teleoperadores).

 

Pero no tema, porque cuando los futuristas pronostican que los robots sustituirán a los contables, no se trata de una profecía de una «invasión de robots». En realidad, se refieren a la «automatización robótica de procesos», abreviada RPA. Es decir, según la definición técnica, «la aplicación de tecnología, gobernada por la lógica empresarial y entradas estructuradas, destinada a automatizar los procesos empresariales». O, en lenguaje humano, hacer que las máquinas hagan el trabajo del burro.

 

Entonces, ¿cómo debe garantizar nuestra profesión su pertinencia? Tiene dos posibilidades.

 

Primero, sé tú quien enseñe al robot

 

La frase «see one, do one, teach one» (ver uno, hacer uno, enseñar uno) se utiliza a menudo para el personal médico, reflejando un método de enseñanza en el que un estudiante de cirugía observará un procedimiento, realizará la cirugía por sí mismo y luego enseñará a otro aprendiz dónde cortar y suturar.

Soy un firme creyente de que detrás de cada motor de reglas empresariales bien diseñado y de cada algoritmo inteligente aplicado en el departamento financiero, hay un contable que ha observado y realizado previamente el procedimiento.  La necesidad de experiencia en el mundo real exige que los licenciados en contabilidad asciendan en el escalafón y acaben aplicando sus conocimientos técnicos y su saber hacer para enseñar al robot. Porque la experiencia enseña a ser precavido, y los mejores robots -no, los únicos robots en los que deberíamos confiar- serán los programados con una buena dosis de duda humana y el conocimiento de cuándo desconectarse.

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